El enojo, que es una emoción normal en cualquier persona, puede tener serias consecuencias cuando se le da rienda suelta. Al igual que los niños, el enojo precisa que se le pongan límites. Para ello, necesitamos escoger las reacciones que vamos a tener antes de que sea demasiado tarde.

¿Qué podemos hacer con el enojo?

Podemos mencionar cuatro estilos de enojo:

1. El estilo pasivo: Es habitual en quien reprime su enojo. En realidad, la ira queda encapsulada en el cuerpo y puede llegar a provocar enfermedades o dolencias. La persona ni siquiera registró que estaba enojada. Muchas personas depresivas funcionan en este estilo.

2. El estilo pasivo-agresivo: Aquí se guarda el enojo también, pero para después expresarlo de manera sarcástica. El enojo no expresado siempre se convierte en “una bomba de tiempo”, ya sea que no salga de ningún modo o que salga por gotas, es decir, de a poco. En este último caso, la persona tirará indirectas en un intento por expresar su malestar.

3. El estilo explosivo: Es el estilo de la persona frustrada que explota y rompe, pega y/o grita hasta desahogarse por completo. Su nivel de tolerancia es muy bajo y es incapaz de aceptar un “no” como respuesta. Su mentalidad es totalmente rígida.

4. El estilo exitoso: Es posible aprender a poner el enojo en palabras y utilizarlo a nuestro favor y no en nuestra contra. Está permitido enojarse pero guardar o reprimir la ira no es sano. El estilo exitoso consiste en decir lo que sentimos en tiempo y forma, es decir, en el momento que lo sentimos y de una manera que nunca es agresiva.

¿Cómo manejar el enojo de forma efectiva para que este no nos maneje a nosotros? Siguiendo los siguientes pasos:

1. Cuestionar el enojo: Cuando nos enojamos y no nos soportamos ni a nosotros mismos, es bueno preguntarnos por qué estamos enojados y si vale la pena que lo estemos. En ocasiones, uno no se enoja por el motivo que cree y en otras, lo que nos molesta no es tan importante y podríamos dejarlo pasar. Si de verdad es importante, hay que dar el siguiente paso.

2. Liberar el enojo: La ira sí o sí tiene que salir. Si esto no ocurre y queda en nuestro interior, en algún momento, este va a aparecer disfrazado como un dolor o alguna otra molestia física. Nunca deberíamos sentirnos mal por enojarnos, siempre y cuando sepamos manejarlo. Esta emoción tiene relación con nuestra idea de merecimiento, es decir, con lo que creemos que merecemos y no merecemos.

3. Expresar el enojo: Esto significa hablar de lo que nos molesta (y nos hace enojar) de manera constructiva sin dañarnos ni dañar a los demás. Por ejemplo, si alguien hace ruido y no me permite concentrarme para trabajar, podemos decirle: “Necesito que hagas menos ruido”, en lugar de: “¿Por qué siempre sos tan ruidoso/a?”. Lo ideal es hablar de uno mismo y no del otro, acusándolo o insultándolo.

Cada uno elige cómo va a reaccionar: reprimiendo lo que siente o usando las palabras oportunas que nos permitan solucionar cualquier conflicto.

Reconocé tu enojo, pero no vivas con este.

Dejanos tus comentarios