28-02-2018 ~ por Bernardo Stamateas

A nadie le gusta cometer errores. ¿Por qué? Porque solemos pensar que equivocarse es sinónimo de pérdida de tiempo

A nadie le gusta cometer errores. ¿Por qué? Porque solemos pensar que equivocarse es sinónimo de pérdida de tiempo y, en algunos casos, de dinero. Por eso, el error nos molesta, nos hace sentir incómodos. Y en los peores casos, podemos llegar a perder el trabajo, ventas, clientes y relaciones interpersonales.

 

Pero lo que más daño nos hace, aunque no nos demos cuenta, es no ser capaces de equivocarnos, de fracasar. Esto se debe a que el miedo al error reprime la creatividad, la innovación, las buenas ideas y, como resultado, los buenos resultados.

 

Aquellos que le temen al error no logran tomar decisiones en momentos cruciales. La razón para ello es que están todo el tiempo analizando y preparándose, sin llegar jamás a accionar. Entonces viven apoyándose en la nostalgia de logros pasados haciendo siempre lo mismo, como si funcionaran en piloto automático. No hay lugar en sus vidas para nuevas posibilidades, ya que se conforman con lo que tienen y creen que no necesitan más.

 

Por el contrario, cuando el error no es percibido como algo que nos quita valor, la persona está más abierta a la innovación, al cambio y al progreso. Muchas veces, intentar negar o tapar una equivocación (por el qué dirán) nos conduce a cometer más errores, con resultados más negativos que nos resulta muy difícil solucionar. Marcar una falta desde el comienzo siempre nos evita dolores de cabeza.

 

Un ejemplo de esto lo vemos en el campo de la política. Cuando un funcionario se sincera con la gente y habla con la verdad, exhibiendo tanto sus aciertos como sus errores (disculpándose de ellos), su capacidad de supervivencia en el cargo aumenta notablemente. Por lo general, todas las situaciones donde negar lo ocurrido es más importante que resolverlo, de forma casi obsesiva, nos hacen producir más errores.

 

Fracasar nos está permitido a los seres humanos. Porque estamos diseñados de tal manera que podemos asumir riesgos, sin temerle al error, sino enfrentándolo y transformándolo. Todo lo que necesitamos para triunfar está dentro de nosotros. El error debería ser considerado como parte de un proceso de aprendizaje en la vida, del cual saldrán estrategias, proyectos y resultados extraordinarios.

 

No estoy sugiriendo que uno tiene que hacer una fiesta cada vez que se equivoca pero sí que no tenemos que permitir que el error nos paralice y nos anule, al punto de coartar nuestra capacidad de volver a intentarlo y llevarlo a cabo con éxito. ¡Todas las veces que sea necesario! ¿Sabías que muchos genios que quedaron en la historia por crear algo maravilloso fracasaron más de una vez antes de lograr su objetivo? Gran parte de los éxitos actuales son hijos de errores del pasado.

 

¿Cómo podemos modificar un error para convertirlo en un éxito? Viendo el fracaso

desde otra perspectiva, corriéndonos del lugar de la tragedia y ubicándonos en el lugar del aprendizaje. Quien vive con la exigencia altísima de rendir siempre al 100 % en todo lo que hace muy probablemente cometa errores. Pues la perfección no nos permite fallar y nos hace movernos con una constante tensión y un nerviosismo que no podemos disimular.

 

La vida nos enfrenta a diario con situaciones que debemos resolver. Estar dispuesto a aprender de los errores nos facilita el camino a la obtención de mejores resultados. En realidad, aprender de los errores para no volver a cometerlos es en sí mismo un aprendizaje para cualquier ser humano. Dicho aprendizaje es esencial en el camino del logro.

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