En 1953, y con un préstamo de 600 dólares, levantó el imperio ‘Playboy’, que llegó a vender 7 millones de ejemplares en los setenta.

Habiendo sido educado en el seno de una familia estricta, conservadora y muy religiosa, soñaba con crear una revista a la que llamaría “Stag Party” (frase que en inglés se usa para hablar de una fiesta de hombres solos).

Tras estudiar psicología y trabajar para algunas revistas, decidió que sería el editor y fundador de la suya propia y que con ella intentaría cambiar la visión que los americanos tenían del sexo.

Con mucho esfuerzo y dinero recolectado entre los amigos sacó el primer número de su revista, que en el proceso se transformó en Playboy y que tuvo como imagen corporativa un conejo.

Playboy logró un triunfo inmediato, porque Hefner había comprado una fotografía de la actriz Marilyn Monroe desnuda; esta imagen había sido tomada antes de su éxito en Hollywood, y la utilizó como el desplegable de su primera edición. Monroe ya era una estrella en el momento en que la revista fue publicada y la foto fue utilizada sin su consentimiento.

Paralelamente a esta declaración de liberación sexual que hacía desde su lanzamiento, Hefner defendía desde sus páginas a los derechos reproductivos de las mujeres: se convirtió en uno de los primeros defensores públicos del aborto, casi una década antes de que fuera aprobado en Estados Unidos, así como de la píldora y la planificación familiar. También de los derechos civiles y los derechos de la comunidad LGTB, en una década, los 70, en la que parecía impensable; mientras, por sus páginas aparecían escritores de la talla de Ray Bradbury, Ian Fleming, Jack Kerouac e, incluso, Margaret Atwood.

¿Pero respetaba, realmente, los derechos de la liberación sexual femenina, o era sólo masculina?

Entonces apareció Gloria Steinem para arrojar algo de luz sobre “la verdad de la milanesa” de esta revista. La activista y líder del movimiento feminista publicó las vergüenzas de Hugh Hefner en 1963. Gloria buscó trabajo en uno de los clubs nocturnos del magnate, de incógnito, y con lo que vio y experimentó en primera persona escribió el artículo “A Bunny’s Tale”, para Show Magazine. En el texto, Steinem ponía de manifiesto que las conejitas eran en su mayoría chicas con una educación muy pobre, con horarios abusivos y nóminas ridículas. Además, aseguraba que no se trataba de erotismo, sino que era pura pornografía todo lo que pasaba en ellos. “Creo que Hugh Hefner quiere pasar a la historia como una persona llena de glamour y sofisticación. Pero yo jamás querría pasar a la historia siendo él”, escribía Gloria en su artículo. La activista llegó a afirmar que “una mujer leyendo Playboyes lo mismo que un judío leyendo un manual nazi”.

¿Acaso Hugh creía que por habernos puesto orejas y rabo le agradeceríamos el haber venido al mundo para liberarnos? No lo creo, probablemente, porque también dejó claro en varias ocasiones su opinión respecto a las mujeres: “Son objetos sexuales”, confesaba, poniendo en evidencia cómo durante toda su vida no llegó nunca a diferenciar la libertad sexual de la explotación sexual.

En definitiva, hoy se fue del mundo terrenal un señor que aportó un grano de arena (casi una playa) a la revolución sexual desde un lugar controversial y polémico, sobre todo para las mujeres a quienes en su primera página mandaba a lavar los platos y dejar la lectura de la revista para el padre, hermano, marido o novio que tuvieran cerca.

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  • Fuente: Google
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